sábado, 5 de diciembre de 2009

LA ESTOCADA FINAL

Solo se que clavaste un puñal en el corazón, y que sonreíste al hacerlo; ¿Por qué lo haces? ¿No ves que me puedo matar? Te amo pero te puedo odiar, no dejes que pase y si quieres clavarme el puñal hazlo mientras tenga los ojos cerrados, para no verte a los ojos y que esa imagen no me torture, al repasarla una y otra vez.
¡No!, que no me atormenten esos hermosos ojos cafés que me capturan y me encadenan a ti con la ilusión de poder caminar junto los dos; ¡no! que no me castigue la imagen de esos dulces labios siendo tocados por otros labios impunes para ese lugar tan sacro y puro para mi; ¡no! no pises mis sueños de verte junto a mi, cuanto te vea caminar de la mano junto a otro.
Si me vas a clavar los puñales, por favor, no me dejes mal herido, ¡mátame! no prolongues el sufrimiento con la agonía de ver el puñal clavado en mi pecho desgarrando aún más mi corazón debilitado y resquebrajado por tus palabras.
Quisiera ya dejar de respirar, exhalar el último aliento de vida, para caer al sueño profundo y eterno del cual no hay despertar y soñar contigo en un mundo irreal y perfecto para los dos, creado por mi menta para alejarse de la horrible realidad que pasa en estos momentos.
Y con el puñal en el pecho, con el corazón destrozado, sin registro vital y con la mente traumatizada con el tormento, solo tengo que decirte algo, te perdono, ahora que lo sabes podré marcarme para que tu puedas vivir en paz.

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