sábado, 5 de diciembre de 2009

TRES LUNAS

Todo empezó el viernes pasado, cuando supe que ya no tendría otra oportunidad, por el momento, la noche cayó sobre mí, la oscuridad sobre mis sentimientos y el frío al alma.
En mi lecho, tu imagen daba vueltas en mi mente, se chocaba sin cesar y sin ningún reparo; surcaba el baúl sombrío de mis recuerdos; traía a flote las cicatrices más marcadas que yo quería olvidar, cicatrices que demoraron en curarse, cicatrices productos de heridas dolorosas.
Tu rostro, hermosa lanza que atravesaba mis pensamientos, haciendo correr las lágrimas de mis ojos, cada una de ellas recorría fría y lentamente sobre mi mejilla avanzando hasta mi mentón para caer y clavarse sobre mi pecho, pequeña y suave daga, realmente e afligías hasta hacerme quedar inconsciente.
Al amanecer del día siguiente, me dirigí hacia ningún lado, el sol canicular encendía en mi interior un sentimiento que no definía entre ira, impotencia o soledad.
Decidí esperar sentado, a que el tiempo desfilara, pero el desfile era demasiado lento; entonces me enrumbe hacia un destino incierto e inexistente; divagando o pensando, realmente no sabia lo que mi mente hacia, pero estoy seguro que su rostros, sus imágenes y las escenas guardadas en mi mente aparecían una tras otra, sin cesar, fue entonces cuando ese sentimiento turbio y sin rostro, se tomó mi cuerpo y mis ojos, la soledad se hizo más presente que nunca, pensé que todo lo que había que llorar lo había llorado la noche anterior, pero no más de una vez mis ojos se humedecieron, casi rompo en llanto, me sentaba y respiraba, miraba al techo como queriendo ver hacia el infinito, donde mi mente tal vez descansaría de su martirio de pensar en lo que no hice y de por no lo hice... (imcompleto)

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